sábado, 1 de septiembre de 2007

La emboscadura, de Ernst Jünger


«Irse al bosque», «emboscarse» - lo que detrás de esas expresiones se
esconde no es una actividad idílica. Antes al contrario, el lector de este escritohabrá de disponerse a emprender una excursión que da que pensar, una caminata que conducirá no sólo allende los senderos trillados, sino también allende los límites de este libro.

La cuestión de que aquí se trata es una cuestión medular de nuestro tiempo, es decir, una cuestión que en todo caso entraña peligros amenazadores. Al igual que lo hicieron en su momento nuestros padres y nuestros abuelos, también nosotros hablamos mucho de «cuestiones». De entonces acá eso que se denomina en este sentido una cuestión ha sufrido ciertamente cambios significativos. ¿Hemos llegado a cobrar consciencia de esto en grado suficiente?

No quedan tan lejos de nosotros los tiempos en que tales cuestiones eran
vistas como grandes enigmas -como el «enigma del mundo», por ejemplo- y abordadas con optimismo, con un optimismo que se creía capaz de hallarles solución. Las otras cuestiones diferentes de éstas eran consideradas más bien como problemas prácticos; así, la cuestión femenina o la cuestión social en general. También de estos problemas se pensaba que eran solucionables, aunque la solución no se esperaba tanto de la investigación cuanto de la evolución de la sociedad hacia unos órdenes nuevos.


Entretanto la cuestión social ha quedado resuelta en vastas zonas de nuestro planeta. La sociedad sin clases ha hecho evolucionar de tal manera esa cuestión, que ésta ha pasado a convertirse más bien en una parte de la política exterior. Esto no quiere decir, naturalmente, que estén desapareciendo sin más las cuestiones, como se creyó en los primeros momentos de euforia -afloran a la superficie, por el contrario, otras cuestiones, unas cuestiones que son distintas de las anteriores y más candentes que ellas.


Con una de estas cuestiones vamos a ocuparnos aquí.