sábado, 27 de septiembre de 2014

¿Por qué nos impacta tanto la arquitectura gótica?

El impacto al entrar a una catedral gótica, es aún hoy día, fuerte, y eso que estamos acostumbrados a ver edificios aún más altos que las catedrales. Hay que imaginarse el fortísimo impacto que tendría en un campesino medieval el entrar a una catedral; primero porque toda la fachada estaba pintada con vivos colores, todas las estatuas de reyes, santos, ángeles... tenían su propio color, diferenciándose las túnicas, los colores de las caras y los adornos, aunque siglos de lluvia y contaminación los hayan lavado.
      El sentimiento de apabullamiento que experimentamos al penetrar a una catedral, no se debe sólo a sus colosales dimensiones: a sus techos de mas de cuarenta metros del suelo, sus impresionantes rosetones o hercúleas columnas; el auténtico impacto de la catedral lo da lo que no se ve, su arquitectura invisible, que proviene de dos áreas principales; el lugar donde está la catedral, y dos, de la armonía de sus dimensiones.
      El primer impacto, el más fuerte, lo provoca el lugar, las catedrales están levantadas sobre auténticos lugares de “poder” de la tierra. El planeta posee varias rejillas energéticas, algunas de ellas reconocidas por la ciencia, como las redes de Hartmann, y Curry, descubiertas, bueno, redescubiertas hace cincuenta años. De las demás rejillas sólo hablan los radiestesistas, entre los que se encuentran algunos científicos. A veces varias de estas rejillas coinciden en un punto, además de corrientes subterráneas de agua, y fallas tectónicas, lo que hace que esos puntos sean lugares especiales. Curiosamente, es justo en esos lugares donde están ubicadas las catedrales.
También, dentro de la catedral suele haber puntos de máxima energía, que suelen ser donde está ubicado el altar mayor, o en el crucero, o en las que lo tienen, en los laberintos del pavimento. Por ejemplo, en el famoso laberinto de la catedral de Chartres, se cruzan cinco corrientes subterráneas, más una falla, más unas rarísimas líneas dobles de oro (de la radiación del metal oro), más unas dobles de radiación plata; lo que hace de esta catedral un lugar único, con una energía equilibrada de muy alta vibración, sobre todo en la vertical del centro del laberinto. Además con sus once anillos concéntricos y sus trece metros este laberinto es el más grande realizado en una iglesia. A esto debemos agregar que en él ocurre un fenómeno único: la luz que inunda todos los días la catedral a través de sus vitrales, provoca el 22 de agosto (que se corresponde con el 15 de agosto, día de la Asunción en el calendario juliano utilizado en la Edad Media), un especial efecto: la figura de la Virgen situada en la vitrina occidental, es proyectada al centro del laberinto. La altura del centro de la rosa es igual a la distancia que separa el laberinto del macizo occidental. Curiosamente, la rosa fue colocada en su lugar 20 años después que el laberinto.

Toda la catedral está llena de figuras geométricas invisibles, formadas por las columnas entre sí, de las columnas con el crucero, de los vitrales con las puertas... De esta manera no queda en la catedral ningún elemento aislado solo; cualquier detalle, como pueden ser algunos adornos tallados en una pared, están unidos geométricamente a alguna otra zona de la catedral, con lo cual ésta forma una unidad orgánica, como forman los seres vivos.
El segundo impacto que se produce al entrar a una catedral proviene de las proporciones de la arquitectura, todas sus medidas están basadas en el llamado número de oro [1,618], también llamada la divina proporción, o número áureo. Los maestros de obras antiguas casi no utilizaban operaciones matemáticas para sus obras, pues se basaban casi totalmente en la geometría sagrada, con un compás y una regla podían trazar cualquier figura geométrica.

Para los antiguos constructores, la catedral era un ser vivo, diciéndose que en el silencio de la noche ésta recogía del cosmos las “palabras de Dios”, o sea vibraciones superiores, que al día siguiente entregaba generosamente a los que acudían a visitarlas.