martes, 1 de mayo de 2007

Días de sol en Metrópolis (Ángel Zapata)


Esta es una aportación de Juan Carlos Márquez , que nos recomienda a este autor.


Supermán daba vueltas al globo rompiendo la barrera del sonido, hacía cosas así, y en cambio hay gente, hay hombres más que nada, que se ponen a abrir una sencilla lata de berberechos y se rebanan las pelotas. Yo soy de esos. No estoy dotado de superpoderes. En absoluto. Pero Elvira está visto que no quiere enterarse, vive en su mundo, y no pierde ocasión—sobre todo esos días en que esperamos invitados— de confrontarme con mis limitaciones:

—Cielo: ¿podrías ir abriéndome estas latitas de berberechos?

—Ya; tú lo que estás buscando es que yo me rebane las pelotas, a que sí.
—Pues no, cielo. ¡Cómo iba a querer eso! Supermán podía ver a través de los objetos sólidos. Ya no hay objetos sólidos. Los había hasta hace unos años. Pero ya no. Ahora sólo hay objetos que se acoplan y otros objetos que se desacoplan, larvas que viajan de un continente a otro, hay porteros armados con fusil que esperan a estar solos para hablar de la ruta de la seda. Va a ser de noche. Se anuncia un temporal. Y por eso se lo digo a Elvira:

—Esta mañana te he sorprendido hablando sola, Elvira.

—Y qué decía.

—Algo muy raro sobre los cuchillos.

—¿Y no recuerdas qué?

—No. No me acuerdo.

—A ver: haz un esfuerzo, venga.

—Ya; tú lo que estás buscando es que yo me rebane las pelotas, a que sí.

—Pues no, cielo. ¡Cómo iba a querer eso!

2 comentarios:

Gentiana dijo...

Javier, te propongo tres fragmentos de tres obras soberbias del húngaro Sándor Márai:

Fragmento de "El último encuentro":
" Uno acepta el mundo, poco a poco, y muere. Comprende la maravilla y la razón de las acciones humanas. El lenguaje simbólico del inconsciente... porque las personas se comunican por símbolos, ¿te has dado cuenta?, como si hablaran un idioma extraño, chino o algo así, cuando hablan de cosas importantes, como si hablaran un idioma que luego hay que traducir al idioma de la realidad. No saben nada de sí mismas. Sólo hablan de sus deseos, y tratan desesperada e inconscientemente de esconder, de disimular. La vida se vuelve casi interesante cuando ya has aprendido las mentiras de los demás, y empiezas a disfrutar observándolos, viendo que siempre dicen otra cosa de lo que piensan, de lo que quieren en verdad... Sí, un día llega la aceptación de la verdad, y eso significa la vejez y la muerte. Pero entonces tampoco esto duele ya. Krisztina me engañó, ¡Qué frase más estúpida!... Y me engañó precisamente contigo, ¡qué rebeldía más miserable! Sí, es así, no me mires tan sorprendido: de verdad me da lástima. Más tarde, cuando me enteré de muchas cosas y lo comprendí y lo acepté todo (porque el tiempo trajo a la isla de mi soledad algunos restos, algunas señales significativas de aquel naufragio), empecé a sentir piedad al mirar al pasado, y al veros a vosotros dos, rebeldes miserables, mi esposa y mi amigo, dos personas que se rebelaban contra mí, atemorizadas y con remordimientos, consumidas por la pasión, que habían sellado un pacto de vida o muerte contra mí. "

Fragmento de "La amante de Bolzano":
" Esa abundancia desmedida, ese fluir salvaje, ese todo o nada del que hablaba el viejo loco con experimentado desprecio habrán sido quizá lo mejor... Tal vez todo lo demás -la cautela, la sabiduría, la cordura, la inteligencia- no valga ni un comino porque no está enardecido por la loca pasión de la juventud, ese extraño deseo que pretende salvar el mundo y al mismo tiempo consumirse a sí mismo, que quiere agarrar con las dos manos todo lo que el mundo le ofrece y que a la vez arroja a puñados todo lo que la vida le regala... Así que es mejor que empieces a hablar de manera más sosegada. El de hoy es un carnaval diferente, un contrato diferente, una cita amorosa diferente. Es el final de la juventud. Ahora empieza la edad madura del hombre, uno de sus momentos más sabios, como si fueran las cuatro de la tarde de un día de mediados de octubre. "

Fragmento de "Divorcio en Buda":
" Imagínate que una persona a la que amas está gravemente enferma..., y la única forma de curarla es hacerle la autopsia mientras está viva, abrirla, analizar y experimentar con la materia viva, porque así a lo mejor encuentras el modo de salvarla... Me gustaría curar a Anna. Ella también lo sabe ya. Hay algo entre los dos que impide que ella esté totalmente conmigo. Su cuerpo es dócil, su alma está dispuesta a todo, y, sin embargo, se resiste a entregarme su secreto más profundo, su única propiedad privada, lo más importante para ella, un recuerdo, un deseo, algo, no sé. ¿Qué significa esa nimiedad comparada con la infinitud de una vida entera? La naturaleza trabaja con enorme derroche: sólo en el cerebro humano hay seiscientos mil millones de células. ¿Qué importa, pues, una sensación oculta, una emoción inconsciente? A veces me parece que no importa mucho. Y otras pienso que todo depende de eso. Por supuesto, no se puede vivir con esta tensión permanente. Intento servir a los demás, lo que para mí constituye el único sentido de la vida. Tengo que trabajar, cueste lo que cueste. Me hago la autopsia a mí mismo. Sin piedad. Me tumbo en la mesa del quirófano y examino todos mis sentimientos y mis recuerdos con la esperanza de que la culpa sea también mía, de que me haya equivocado, de que no haya amado a Anna, de que no la haya amado lo suficiente, de que no haya sido lo bastante hábil o astuto..., porque quizá necesitemos también astucia para el amor. "

Una envidia de prosa, ¿eh? :-))
Gracias por tu labor arqueológica

Gentiana

Filisteum dijo...

Gracias gentiana.