jueves, 10 de mayo de 2007

Opus Nigrum (Margarite Yourcenar)


Silodibri nos propone este fragmento. Espero que os guste


Permanecía sentado, con la barbilla agachada, en el cuarto invadido por el húmedo crepúsculo. El color rojo del fuego teñía sus manos manchadas deácidos, marcadas en varios sitios con pálidas cicatrices de quemaduras, y se veía que consideraba con atención aquellas extrañas prolongaciones del alma,aquellas grandes herramientas de carne que sirven para tomar contacto con todas las cosas.
—¡Alabado sea yo! —dijo por fin con una especie de exaltación en la que Henri-Maximilien hubiese podido reconocer al Zenón ebrio de sueños mecánicos compartidos con Colas Gheel—. Nunca podré dejar de maravillarme de que estacarne sostenida por sus vértebras, este tronco unido a la cabeza por el istmo del cuello y que dispone simétricamente sus miembros en torno a él, contengan y quizá produzcan un espíritu que saca partido de mis ojos para ver y de mis movimientos para palpar... Conozco sus límites y sé que le faltará tiempo para llegar más allá, y asimismo fuerza, si por casualidad le fuera concedido el tiempo. Pero existe y, en estos momentos, él es Aquel que Es. Sé que se equivoca y yerra, que a menudo interpreta torcidamente las lecciones que el mundo le dispensa, pero también sé que hay en él algo que le permite conocer y en ocasiones rectificar sus propios errores. He recorrido al menos una parte de la bola del mundo en que nos hallamos; estudié el punto de fusión de los metales y la generación de las plantas; he observado los astros y examiné el interior de los cuerpos. Soy capaz de extraer de este tizón que ahora levanto la noción de peso, y de esas llamas la noción de calor. Sé que no sé lo que no sé; envidio a aquellos que sabrán más que yo, pero también sé que tendrán que medir, pesar, deducir y desconfiar de sus deducciones exactamente igual que yo, y ver en lo falso parte de lo verdadero, y tener en cuenta en lo verdadero la eterna mixtión de lo falso. Jamás me agarré a una idea por temor al desamparo en que caería sin ella. Nunca aliñé un hecho verdadero con la salsa de la mentira, para hacerme su digestión más fácil. Nunca deformé el parecer del adversario para llevar la razón más fácilmente, ni siquiera, durante el debate sobre el antimonio, el de Bombast, que no me lo agradeció. O más bien sí: me sorprendí haciéndolo y cada vez que estoo currió, me reñí a mí mismo como se riñe a un criado poco honrado, y no me devolví mi confianza hasta obtener de mí mismo la promesa de hacer las cosas mejor. He soñado mis sueños; no pretendo que sean más que sueños. Me guardé muy bien de hacer de la verdad un ídolo, prefiriendo dejarle su nombre más humilde de exactitud. Mis triunfos y mis riesgos no son los que se cree; existen glorias distintas de la gloria y hogueras distintas de la hoguera. He llegado casi adesconfiar de las palabras. Moriré un poco menos necio de lo que nací.
—Eso está bien —dijo bostezando el guerrero—. Pero públicos rumores os atribuyen logros más sólidos. Fabricáis oro.
—No —dijo el alquimista—, pero otros sí lo lograrán. Es cuestión de tiempo y de herramientas adecuadas para llevar la experiencia a buen término. ¿Y quésignifican unos cuantos siglos?
—Mucho tiempo, si hay que pagar la cuenta del Agneau d’Or —dijo bromeando el capitán.
—Hacer oro será algún día tan fácil como soplar el vidrio —continuó Zenón—. A fuerza de horadar con nuestros dientes la corteza de las cosas, acabaremos por encontrar la razón oculta de las afinidades y desacuerdos... Una brocha mecánica o una bobina que se devana sola no significan mucho y, sin embargo, esa cadena de pequeños descubrimientos podría llevarnos más lejos de lo que fueron Magallanes y Américo Vespuccio en sus viajes. Siento rabia cuando pienso que la invención humana se detuvo tras haber inventado la primera rueda, la primera torre, la primera fragua; apenas si nos hemos preocupado de diversificar las aplicaciones del fuego que robamos al cielo. Y, sin embargo, bastaría aplicarse para deducir de algunos sencillos principios toda una serie deingeniosas máquinas que aumentarían la sabiduría y el poder de los hombres:aparatos que con sus movimientos produjesen calor, conductos que propagaran el fuego como otros propagan el agua y que dieran vueltas en beneficio dedestilaciones y fundiciones como el dispositivo de los antiguos hipocaustos y estufas orientales... Riemer, en Ratisbona, cree que el estudio de las leyes del equilibrio permitiría construir, para la guerra y la paz, unos carros que volaran por el aire y nadasen bajo el agua. Vuestra pólvora de cañón, que relega las hazañas de Alejandro a la categoría de juegos infantiles, nació así de las cogitaciones de un cerebro...
—¡Alto ahí! —dijo Henri-Maximilien—. Cuando nuestros padres prendieron fuego a la mecha por primera vez, se hubiera podido creer que ese ruidoso hallazgo revolucionaría el arte de la guerra y abreviaría los combates por falta de combatientes. No fue así, ¡a Dios gracias! Se mata aún más (y aún eso lo dudo) y la única diferencia consiste en que mis soldados manejan el arcabuz, en lugar de la ballesta. Pero el viejo valor, la vieja cobardía, la vieja astucia, la vieja disciplina y la vieja insubordinación son lo mismo que eran y junto a ellos el artede avanzar, de retroceder o de permanecer en el sitio, de infundir miedo y de fingir no tenerlo. Nuestros guerreros siguen plagiando a Aníbal y compulsando a Vegecio. Continuamos igual que antaño, colgados del culo de los maestros.

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